Hasiera > Artikuluak > 2003 > ¿Quo vadis, juventud? (2003-09-25)
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Jakue Pascual - Sociólogo

¿Quo vadis, juventud?

Hace un par de meses me topé con una noticia en la que se hacía mención a la encuesta de la Complutense "Sentido, valores y creencias en los jóvenes" y donde el articulista se preguntaba qué equivocaciones había cometido la sociedad en relación a la juventud actual. Uno de los datos indicaba que más del 70% de los jóvenes mostraba una «acusada tendencia a anclar su vida en el presente», disociándose radicalmente de cualquier tiempo pretérito. Inmediatamente recordé a Debord: «Un estado que se instala en el déficit de conocimientos históricos no puede ser conducido estratégicamente», ya que se halla sumido en una deriva sin fin de pasos tácticos, lo que imposibilita la superación de la crisis de sentido que genera, volviéndose imperioso el control por anticipación para el mantenimiento del entramado de mando. De ahí la advertencia de Miguel Roca del pasado 18 de julio en referencia a que la falta de memoria histórica puede llevarnos a repetir los errores.

Según el catedrático Andrés Cantera, más de dos tercios de los jóvenes no creen en las instituciones. Un dato que no nos es extraño, ya que hace diecisiete años lo interpretamos como suficientemente significativo, mientras la sociología oficial del País Vasco intentaba minimizar la crisis de legitimación del sistema ubicando exclusivamente su cuestionamiento entre los sectores «radicales» que intentaba cuantificar. Pero los datos son tozudos. Así, los jóvenes dicen estar preocupados por los problemas sociales, aun cuando su grado de participación no sea alto, y valoran positivamente la actuación en movimientos sociales y oenegés; siendo necesario añadir que vuelven al funcionamiento de banda en sus estratos menos formados, en especial cuando desaparecen del territorio las estructuras que posibilitan su autoorganización.

Muchas son las interrogantes que se abren en torno a los jóvenes de hoy. No sabemos hasta qué punto su pragmatismo responde a necesidades objetivas u objetuales, ni el grado real de anomia, de incorrespondencia con las expectativas, que soportan. Sólo que desconfían de las verdades incontestables. Por eso no es raro que su búsqueda les lleve hasta lo esotérico (60%). Un terreno donde las sectas destructivas acechan y donde sólo una preparación mental contracultural y liberadora puede permitir -como en el ciberpunk- hacer vudú en la red para conjurar el hielo negro que protege los oscuros secretos transnacionales o -como en la Internacional Aborigen- convertir a la diosa Mari en un mecano de potencialidades para armar modelos comunitarios.

 

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