Inicio > Artículos > 2002 > El ritmo del mundo (2002-09-14)
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Jakue Pascual - Sociólogo

El ritmo del mundo

Si trazásemos en el atlas una línea recta entre Jerusalén y Kabul, pasaríamos irremediablemente por Bagdad. Una constatación aparentemente sencilla que podría dar lugar a diversas interpretaciones; entre ellas, que la multiplicación de intervenciones de cirugía militar sobre este eje se asemeja a una cesárea practicada sobre el vientre de Babilonia. El símbolo de un imperio cuya voluntad de poder reside tanto en la acumulación de energías fósiles y vivas (potencia energética) como en el control de las encrucijadas físicas y virtuales (potencia geoestratégica). Por ello, si fuéramos supersticiosos, pensaríamos que un nuevo y terrorífico engendro está a punto de surgir de las entrañas de la tierra, comenzando así el Tiempo del Armagedón.

Babylon es la metáfora del mal de los rastafaris, esos singulares seres que, con sus enmarañadas melenas trenzadas dreadlock, aportan una de las estéticas contestatarias que colorean la multiplicidad del movimiento antiglobalizador. Una cultura contra-imperialista (la del león de Sión), que funde su mítica en la confluencia del reino de Dios con Africa, Salomón y la reina de Saba, su clavícula esmeralda, la ruptura de los siete sellos del Apocalipsis y la vuelta al paraíso perdido.

La difusión en Occidente de ideas rastafarianas llegará con el viento acunado por el sonido del reggae, que surge en los suburbios jamaicanos por los sesenta, desde un rock que se funde con raíces de una Africa que lucha por descolonizarse; y que se extiende, como reguero de pólvora, por los barrios obreros ingleses, hollados por las botas de los skin-heads. Y Marley canta en los setenta «te llevaré a una tierra de libertad», como lo anunciaran Marcus Garvey y Malcom X con su orgullosa reafirmación del continente negro. Un estilo de música adoptado por el Punk, hasta recalar The Clash en Donostia con su «Sandinista» fusión de ritmos. Y los punks vascos se hacen videntes, vaticinan la Euskadi Tropical, danzan skas guerreros en las noches del punki reggae party y articulan políticas del Oi! y del Hardcore en los territorios alternativos de los gaztetxes y expresiones liberadas (radios libres, fanzines...).

Los etíopes, ascendientes de los rastas jamaicanos, nombraron con respeto a Abadia; lo llamaron Ras Mikel por ayudarles a combatir a un imperio inglés que puso precio a su cabeza. La Internacional Aborigen siempre ha contado con una sección vasca en pugna contra Babilonia.

Un trasbordador sionita traspasa el espacio ciberpunk de «Neuromante» de William Gibson. Estas son las batallas imaginarias de las que nos hablan los rastas. -¡Vasco!, ¿qué queda de real en New Babylon?-. Tan solo experimenta tus raíces.

 

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