Inicio > Artículos > 2005 > Tierra madre... roja y negra (2005-09-22)
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Jakue Pascual - Sociólogo

Tierra madre... roja y negra

La teoría política libertaria está consolidada en el ámbito vasco. Dato hartamente contrastado. Xaho enarbola la bandera aborigen que colorea este título; propone estructurar las tierras vascas como una confederación de repúblicas. Comités ciudadanos y batzarres. Su socialismo combate el dominio. Su mirada vidente le declara sin Iglesia.

Balneario de Santa Agueda. Un anarquista ejecuta al destructor de los Fueros. La casualidad esquiva preguntas ocultas.

Aún se mantienen en Euskal Herria tradiciones democráticas ancestrales de funcionamiento circular. Instituciones de decisión en común y ayuda mutua. Nada de esencialidad. El Auzolan alude a altas cotas de solidaridad sin intermediarios. Con el Batzarre brota una forma primigenia de toma directa de decisiones, la asamblea se antepone a cualquier estructura. Campión detalla hasta qué punto las fórmulas que anteceden al municipio vasco dan cuenta del sustrato democrático que conforma su base.

Durruti: «La Rebelión anda siempre en el País Vasco, a la usanza de su tradicional etxeko anderea, vestida de negro». Alzamiento. La Comuna de San Sebastián frena a los sublevados. Juventudes libertarias que combaten en Peñas de Aia y huyen de una Irun en llamas. Resistencia antinazi. Likiniano es un jefe de guerra anarquista que invoca el signo del fuego, la independencia armada contra el franquismo.

La escultura de Oteiza desgajada de su urbanismo unitario, de su devenir bisonte y de su consideración por la decisión tomada en círculo. Separación del artista de su espiritualidad materialista. El libertario es seccionado del comunalista y del constructivista. Damos cuenta de un ejercicio de cinismo propio de intelectuales vendidos.

Mark Legasse difunde el ideario anarkoabertzale. Sus folletos suponen un alegato en favor de la separación de los vascos desde presupuestos libertarios. Palabra de un anarquista vasco.

La historia se entremezcla con la vida. La policía carga tras el funeral de Gladis. Los secretas disparan bala. Nos refugia un militante de la CNT de los cincuenta. La copa de coñac templa los nervios. Legasse, una botella de vino y yo. Anarkherria será el título. Casilda, la miliciana, conversa, no escucha batallitas de carcamales en los actos conmemorativos del bombardeo de Gernika, prefiere las crestas y la compañía de las mujeres de la casa ocupada de Arditurri. El bisonte blanco comparte sus visiones, Oteiza sostiene en su mano El juguete de Mari.

Detenemos el tiempo. Lo libertario y la cuestión nacional en las tres décadas que nos preceden, son capítulo aparte.

 

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