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70 ´s

La entrada en los primeros 70 se ve marcada por la agudización de las contradicciones sociales y nacionales en los territorio de Euskal Herria, paralelas a un progresivo desgaste y agotamiento de régimen franquista. El incremento de las acciones armadas, el surgimiento de grupos y vanguardias políticas y la extensión de los movimientos autoorganizativos, antirrepresivos vecinales, obreros y nacionalistas, configuran una nueva panorámica social de oposición, que acompaña al despliegue de un suigéneris Welfare State. Los últimos coletazos de un sistema, que prepara su continuidad transitiva, vienen dados por la generalización de las huelgas obreras y antirrepresivas como las que tienen lugar durante el Juicio de Burgos y las ejecucioness de militantes revolucionarios. El límite de sistema franquista es puesto con el atentado al Almirante Carrero que elimina la posibilidad de permanencia de la dictadura y obliga a la misma al diseño del transito hacia una monarquía parlamentaria, dado el incontenible despliegue del potencial proletario, democrático y nacionalista.

El modelo fábrica se ha generalizado de tal modo que se ha extendido por toda la sociedad, anticipando el paso de un obrero masa a un proletariado social, inserto ya en el tránsito al “tercer periodo de modo de producción capitalista” 13 . Si hasta este momento la “abstracción del trabajo y la formación de los procesos de cooperación social de las fuerzas productivas eran consecuencia del desarrollo de la máquina capitalista, industrial y política, ahora la cooperación se sitúa antes de la máquina capitalista y como condición independiente de la industria” 14 . Este tercer periodo que continúa en su profundización a los dos momentos revolucionarios del capitalismo, el manufacturero y a las dos fases de la gran industria, caracterizadas por el obrero profesional y el obrero masa, hace aquí su entrada y “se presenta como período del obrero social que reivindica su propia autonomía de masa, su propia capacidad de autovalorización colectiva respecto al capital” 15 .

Este es el panorama que se abre al cierre del franquismo y en el comienzo de la Transición Democrática, el de la increible potencia de un cúmulo de fuerzas liberadas que presionan cuasi-insurreccionalmente, en direcciones paralelas sociales y nacionalistas, sobre los límites de la apertura posible de un nuevo estadio político. De ahí que el objetivo inmediato de las fuerzas mediadoras de lo político, sea reconducir la potencia social y nacionalista hacia los parámetros formales de lo constituido. Es el momento del diseño del marco normativo, constitucional y estatutario autonómico; el instante donde la política de pactos deben encorsetar una potencia social acumulada y expansiva.

La Sociedad del Espectáculo desplegada en este instante, tiene dificultades, en concreto en Euskal Herria, para contrarrestar el efecto comunicativo desarrollado por tramas sociales de base que agotan el discurso en sus propias relaciones. En Euskal Herria las cuadrillas de barrios y pueblos, impulsan una comunicación directa que bloquea la penetración informativa sistémica. Estas redes de relación, junto al entramado asociativo existente -vecinal, antirrepresivo, antinuclear, obrero, de liberación sexual...-, favorecidas por el diseño espacial sobre las que se asientan (nucleos urbanos medios y pequeños interconectados entre sí) y sobre el que interactúan vanguardias, patidos y grupos juveniles dependientes de los mismos, hacen difícil que el control mediático del nuevo sistema pueda desarrollarse inmediatamente. Es el momento de las grandes conentraciones y huelgas,como la Marcha de la libertad, los jaialdis , las concentraciones conra Lemoiz, las semanas pro-amnistía.. El proceso de adaptación será lento y en Hegoalde el sistema tendrá reveses de gran calibre, como el rechazo del nuevo marco constitucional.

Mención especial, para la caracterización de esta nueva potencia social y nacionalista, merece los procesos autoorganizativos que, a pesar de estar penetrados por vanguardias, partidos y juventudes de izquierda, impulsan un movimiento asambleario tremendamente potente en fábricas, centros de estudio, barrios y pueblos, tomando posteriormente la forma de comités revolucionarios que alcanzarán su máxima expresión en la lucha antinuclear contra Lemoiz. Esta pugna es la que marca la diferencia del nuevo sujeto, de un nuevo proletariado social, que se enfrenta ya con una anticipación de la totalización que imponen las novedosas formas de control social.

En la primera fase de la transición la lucha armada surgida del movimiento abertzale, expone su máxima contundencia en formas militares, político-militares y autónomas, dado que el marco cosntitucional y autonómico empieza a cerrarse, pactadamente entre las distintas fuerzas políticas electoralmente mayoritarias, sin contemplar los mínimos de un reconocimiento social y nacionalista.

Estamos inmersos en un momento en el que Occidente se halla recomponiendo su base estructural, tras los efectos producidos por la denominada crisis del petroleo, y en el que los conflictos sociales y armados sacuden su apacible apariencia. La fraccionada nueva izquierda toma el relevo en la lucha a las viejas organizaciones de masas implicadas en el ajuste sistémico por medio de pactos históricos y políticas socialdemócratas. La descentralización de la concentración industrial, el desmantelamiento de los nucleos fabriles, la movilidad de la mano de obra, la proletarización de la universidad y la devaluación de la misma, la automatización, la informatización, la privatización social y el despliegue masivo de la información mediática, son los grandes pilares sobre los que se sustenta el nuevo modelo. En el estado español y en Euskal Herria, en los últimos setenta, todavía no se ha producido el ajuste, primero será necesario recomponer y constituir definitivamente el entramado legal y político para abordar el proceso reestructural que tendrá lugar en la década posterior.

La estética sigue identificando el estilo de los tiempos y sus cambios. De la línea pop, pasamos a la adopción de indumentarias más hippies caracterizadas por los pantalones vaqueros de pata ancha y las cabelleras más largas de la primera mitad de los 70, que en su segunda mitad derivan hacia el acercamiento a un estilo autónomo . Este look de final de década, viene impuesto por las convenciones subversivas en boga en la Europa avanzada y que en Euskal Herria tienen especial presencia entre los movimientos autoorganizativos de corte asambleario, que impulsan las práticas antinucleares, feministas, las primeras radios libres clandestinas, las iniciales ocupaciones de los locales de la OJE y el surgimiento de los primeros grupos de rock. Si no entendemos la importancia del asamblearismo, de la horizontalidad organizativa y de la democracia directa, que en este momento todavía se encuentra penetradas por las vanguardias, no podrémos comprender la formación de los elementos impulsores de los movimientos disidentes de los años ochenta, el desarrollo de sus nuevas prácticas y el cuestionamiento del dirigismo que llega hasta nuestra más inmediata actualidad.

Otro elemento ha tener en cuenta, es la introducción masiva de la heroína en Euskal Herria, que afectará directamente a la reproducción de las redes agregativas, ubicándose entre el desconocimiento inicial de sus efectos y el incipiente desencanto de toda una generación, reconducida a unos límites que no eran los que tenían previstos en sus energías debordadas. La masificación de la oferta de estupefacientes entra en un terreno abonado, consolidando cuasi inmediatamente un mercado en los que el control político de la disidencia (sobre todo en lo que concierne a la juventud como agente social hipotéticamente subversivo) y el lucro mafioso toman forma de redes paralelas al Estado.

“Estas prácticas tienden a encontrase en medio de todos los asuntos de la sociedad, como si, efectivamente, el Estado no desdeñara mezclarse en ellas, y la Mafia consiguiera elevarse, operándose así una especie de confluencia” 16 .

Un ciclo se cierra y otra generación, la de los 70, se agota en la búsqueda de niveles más apacibles de subsistencia. La generación del 68 comienza su escalada del poder, siendo la que se incorpore al sistema en los años 80, para proceder a su ajuste reestructurador. La primera fase de la Transición está a duras penas cerrada, ¿cómo resistirán los nuevos movimientos al modelo reestructural que se tratará de imponer a partir de este momento?



13 Término tomado prestado de A. Negri, op. cit., p. 72.

14 Ibíd., p. 72.

15 Ibíd., p. 72.

16 G. Debord, Comentarios sobre la sociedad del espectáculo , Anagrama, Barcelona 1990, p. 80.