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SCANNER DEL SUJETO TRANSFORMADOR, CONTEXTUALIZACION ESTRUCTURAL Y ANTICIPACIONES POLITICO CULTURALES DE LA NUEVA SOCIEDAD VASCA

Evolución comparativa y rasgos característicos de los Movimientos Sociales y Juveniles de Euskal Herria en la década de los 90. De las tres décadas precedentes a la más reciente actualidad. Estado Crisis y nuevo sujeto antagonista de los 90.

60´s

Los últimos años del régimen franquista se van a caracterizar por una serie de variables que prefiguran un denominado Estado del Bienestar, que se extenderá hasta la primera fase de la Transición Democrática. Pero es este momento, por sí mismo, lo suficientemente rico en matices como para repasarlos aunque sea de manera precipitada.

Es el periodo donde la concentración fabril empieza a delimitar las relaciones sociales, espaciales y temporales de la producción. La oligarquía financiera, terrateniente e industrial sustenta un mando militar y una organización burocrática del sistema, en su tendencia progresiva hacia la tecnocratización y el desarrollismo. La focalización de la producción en grandes polos industriales, conlleva un incremento notable de la masificación obrera, que es organizada de manera abstracta y taylorista. El estado intervedrá directamente en el sostenimiento de la producción, del empleo y tenderá a la universalización de la seguridad social. Una fase que se explica desde el modelo fordista de “una concepción del salario como anticipación sobre la adquisición de los bienes producidos por la industria de masa” 12 . Es el momento donde la organización de la clase obrera empieza a recomponerse, en paralelo al proceso de formación de las primeras vanguardias que actúan en un nivel de masa, todavía en proceso de tímida autoorganización y que tiene como primer paso la reivindicación de mejoras salariales y sociales.

Al mismo tiempo comienzan a surgir los primeros embriones de lo que será luego el movimiento nacionalista, centrados en una primera fase en la recuperación historica, linguística y de las tradiciones populares. El movimiento de reeuskaldunización, que luego derivará en el de ikastolas y en el de alfabetización de adultos, y el impulso artístico al proceso de toma de conciencia nacional de movimientos como Ez dok hamairu, son buenos ejemplos de catalización implosiva, para entender las dimensiones explosivas espaciales que tomará posteriorente el proceso.

Los tímidos balbuceos y los periodos de relativo aflojamiento de la presión del régimen, son aprovechados para la creación de redes sociales de interacción comunicativa, creadoras de elementos cultural y socialmente antagónicos con el sistema. Para la creación de estas redes obreras y nacionalistas es determinante el apoyo del clero vasco, así como su aportación infraestructural y formativa en aspectos euskaldunes y sociales desde una óptica cristiana. Es en esta época donde se puede trazar, salvando las distancias y las modificaciones estructurales que los tiempos introducen, el continuum histórico de reasunción, en el interior de Euskal Herria, de los parámetros pérdidos tras la derrota del Frente Popular, obrero y nacionalista en la Guerra Civil.

Es un momento marcado por la generalización de las vitaminas y los fármacos excedentes de la esfera primaria del mundo. Del relativo aumento de la calidad y la esperanza de vida. De los primeros símbolos de consumo de masas como el seiscientos, los domingueros, los pisos de protección oficial. Así como del crecimiento los núcleos obreros y la entrada masiva de una nueva oleada de inmigración en Euskal Herria. El desarrollismo del sistema capitalista también propiciará durante los 60 el baby boom de la generación que llegará a su juventud durante lo años 80.

La sociedad espectacular empieza a desplegarse sobre un panorama cerrado, concentrado, monopolizado militarmente y reproductor de esencias pátrias como los días de la raza, las folkóricas y las españoladas fílmicas. Estos donantes del espíritu español de la época, son incapaces de establecer adhesiones en zonas geógráficas como Euskal Herria, dado que se produce la interacción de una nueva composición sociológica de la población - precedida por la dicotomía urbana/obrera, rural/tradicional y autóctona/inmigrante- en estratos sociales que comienzan a imbricarse en un proceso estructural similar sobre una base territorial y étnica diferenciada, dado el avance de la urbanización del territorio favorecida por la concentración fabril y dada la homogeneización de situaciones sociales que conlleva.

El retraso del estado español con respecto a Occidente es más que evidente, la evolución del primer mundo ha desplegado en las décadas de los cincuenta los elementos centrales de su Estado del Bienestar, para hacerlos generalizables ya en la década de los sesenta; mientras que en nuestro territorio no se incorporarán hasta este decenio algunos de los elementos que en los setenta abrirán el paso a la extensión del denominado bienestar social.

En los sesenta las condiciones para el desarrollo del movimiento obrero y nacionalista están dadas, en un plano iniciatico de movimientos hasta entonces excluyentes entre sí. Pero la modificación estructural, que impone el modelo de concentración fábril de masas, establecerá las condiciones precisas para que importantes sectores nativos e inmigrantes interactúen temporalmente sobre un mismo espacio de reconocimiento.

La relectura del socialismo abertzale no será más que el fruto de estas condiciones, de las que surge un nuevo sujeto transformador de las relaciones de dependencia de clase y de dominio imperialista. La ruptura de ETA con el nacionalismo tradicional obedece a una nueva interpretación urbana de las relaciones sociales existentes en Euskal Herria. Su forma de movimiento responde a necesidades prácticas de extensión de la red comunicativa y de incidencia social. El proceso es definido desde el antifascismo y tiene dos niveles de ensamblaje, el popular de redefinición de un nuevo sujeto proletario y de unificación de potencias a este nivel, y el democrático e interclasista, de restitución de los derechos fundamentales (civiles, sociales y nacionales), que tiene lugar en unidades de acción y comunicación paralelas con grupos de adscripción de clase burguesa.

El 68 da a conocer una nueva forma de acción directa contra el régimen, la lucha armada se constituye en este momento como el símbolo de su negación. El movimiento transformador en Euskal Herria tiene ya, en este preciso instante, dos líneas dobles de evolución e interacción:

1/ En el plano de clase: el de las organizaciones obreras y el de el interclasismo democrático burgués.

2/ En el plano de creación de redes: el de las estructuras autoorganizativas de la clase obrera y el de reeuskaldunización y potenciación de la conciencia nacional vasca. Sólo la definición de un movimiento socialista abertzale reinterpreta estas dos últimas condiciones para hacerlas confluir programáticamente, en un instante en el que catalizador del antifascismo es el símbolo que se despliega con la lucha armada, integrando también el primer plano.

En este momento la Sociedad del Espectáculo franquista dista mucho de estar al nivel de sus homólogas occidentales. Su profundización aplica una unidireccionalidad mediática, asentada en una ideología que mezcla los valores arcaicos y tradicionales de la victoria, del destino patrio en lo universal, con nuevas formas tecnocráticas de dominio de clase -en las que profundizará en los primeros setenta- más adecuadas para su progresivo ajuste al modelo de capitalismo hegemónico del momento; teniendo frente a sí un movimiento plural antifascista que presiona unitariamente sobre los límites de un régimen espectacular monolítico. Incluso es posible establecer una lectura del control en la aparentemente uniformidad del poder franquista, a través de la sucesión de correlaciones de fuerzas existentes entre sus distintas camarillas y los periódos históricos en los que actúan. La historia policiaca del poder es detectable, también cuando su opacidad es en apariencia más absoluta y se despliega sobre un espectáculo rígido.

Es en este periodo cuando el espectáculo cerrado del sistema, empieza a ofrecer fisuras y comienzan a penetrar desde Europa los nuevos aires pop desplegados en torno a la insurrección del mayo francés. Observemos el look y los escritos de un personaje emblemático de aquellos años, Txabi Etxebarrieta, y percibiremos la sintonía de su forma externa con la de los sujetos protagonistas del acontecimiento parisino. La estética lleva impresa en sí, en la caracterización de sus formas, la esencia del ser de un nuevo sujeto, en este caso diferente de lo conocido hasta entonces.

Una generación pop que definirá una época e incorporará al proceso particular de Euskal Herria los elementos ideológicos del debate de la izquierda europea. No es casual el peso del troskismo o del maoismo en las futuras escisiones de ETA, no es banal tampoco la presencia de elementos antiautoritarios procedentes del situacionismo, del anarquismo y del antiautoritarismo, activos en los movimientos europeos de los sesenta; como tampoco son superfluas las lecturas de Lenin, Mao, de la unidimensionalidad marcusiana, ni las de Gorz o los seguimientos de los procesos descolonizadores e insurgentes de Argelia, Cuba, Vietnam... Todo esto hará que el nuevo movimiento se perfile cada vez más en profundidad como socialista y de liberación nacional, en una adecuación concreta a cada momento histórico.



12 A. Negri, <<Ocho tesis preliminares para una teoría del poder constituyente>>, Contrarios nº 1, abril-1989, p. 71.