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Artículo escrito en la sección Kirolak de Egin en marzo de 1996

Jakue Pascual – Sociólogo

La "República de jovencitas"

Un nuevo fenómeno amenaza con desbordar los estadios y recintos de entrenamiento futbolístico, son las hordas de quinceañeras que asaltan a los apuestos ídolos de balompié. Guerrero, Redondo, Zamorano... son los nuevos príncipes azules que revitalizan el mito del eterno retorno del cuento de hadas. Una palabra, un autógrafo, una mirada... pueden colmar el ansia que quema sus entrañas. Sólo el desdén de sus figuras deportivas o musicales puede despertarlas salvajemente del encantamiento. Una pregunta asedia la capacidad de raciocinio sobre determinados acontecimientos sociales, cómo es posible que las jovencitas puedan apropiarse de un espectáculo hasta ahora reservado a los "machos" que, por cierto, en un alto porcentaje se cuentan entre sus progenitores.

Algo mágico sube por las cabecitas locas en el instante del tránsito, en el momento en que las jóvenes intuyen el límite de su infancia y el advenimiento del paso a una detestable adultez. De ahí que esta frontera se torne en tiempo condensado de vértigo, en acontecimiento exagerado, histérico, festivo y transgresivo de todo lo que hasta ahora determinaba su dependencia. Un tiempo exclusivo de apropiación, donde miles de estereotipadas electras usurpan, en su propia representación, los símbolos definitorios de su dependencia paterna y les otorgan un novedoso significado, tejido en la interacción de sus propias redes con el hilo de Ariadna que las sacará del laberinto.

Nos encontramos en el horror vacui, en el preciso lapsus donde los referentes infantiles soñados no pueden conjurarse más que en la forma del deseo excesivo, en el postrero intento de materialización de un cuento tras el cual asoma un horizonte desconocido y aterrador. Sólo ellas pueden comprenderse, sólo a ellas les corresponde el secreto de la circulación de sus propios mitos por los canales (escolares y de cuadrilla) de su interrelación directa; sólo a ellas, en su entrega total, les son dadas las intuiciones efímeras de lo absoluto y del desgaste del tiempo.

El espectáculo (y el fútbol es una parte de él) domina el mundo, crea su verdad y disuade del acto a los mirones; y es precisamente en este terreno perverso donde las chavalas son capaces de usurpar y dar su propio sentido onírico-colectivo a los símbolos de un éxito deportivo socialmente admitido. ¡Cuidado con ellas! Su despertar puede dar al traste con más de una regla profundamente instituida. No sé porqué, pero me vienen a la cabeza las imágenes de aquellas quinceañeras chillonas que se desmayaban con los Beatles y que pocos años más tarde contribuyeron a sacudir el letargo de un mundo sumido en los viejos sopores.

 

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