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Artículo escrito en Gaztegin el 7 de junio de 1996

Jakue Pascual – Sociólogo

Tolerancia represiva

Marcuse en su "Repressive Tolerance" escribe: «De esta forma, la ruptura de la falsa buena conciencia puede proporcionar el punto de apoyo de Arquímedes para una emancipación más amplia, por supuesto sólo en pequeños círculos: pero hay que tener en cuenta que la oportunidad de que se produzca un cambio depende de la ampliación de dichos círculos minoritarios».

De este párrafo, percibido ahora como rudimentario dada la profundización represiva de los tiempos y la complejidad que aparentan los movimientos trangresivos actuales, vamos a extraer varias pistas.

La primera se refiere a «la ruptura de la falsa buena conciencia». Esta cuestión en nuestro contexto inmediato se traduce en romper con una interpretación unilateral de la tolerancia y la democracia. Marcuse con su «buena» precisa el concepto de Marx de falsa conciencia, dejando claro que se refiere a la autorrepresentación en cada momento histórico del "bondadoso y altruísta" ideal burgués. Para Marx es «la vida la que determina la conciencia» y no a la inversa, de manera que las distintas fuerzas combinadas para el mantenimiento de un sistema basado en la división manual e intelectual del trabajo (según Foucault los enemigos del Anti-Edipo Deleuziano son: los funcionarios de la verdad, los tecnólogos del deseo y el fascismo), dentro de unas concretas pero móviles relaciones sociales, producen una representación unidimensional (jurídica, política, religiosa, cultural...) de su propia realidad hegemónica y la hacen extensible por disuasión dura o blanda (represión armada, presión mediática, exclusión laboral o educacional, anomia, condiciones sociales diferenciales de partida...) al resto dominado de la sociedad.

Segunda: Un pequeño grupo autoconsciente, capaz de ejercer su propia autovalorización como microcosmos, es capaz, según Marcuse, de experimentar alternativas como expresiones liberadoras. Aquí se condensan los dos polos de toda cultura transformadora: la autodeterminación de cualquier sujeto y grupo social oprimido (por razones de raza, sexo, étnia, clase, ideas...) y la experimentación de nuevas posibilidades en contraposición a las establecidas y limitadas por el poder. Marcuse esboza la potencialidad táctico-estrátégica, en y para sí misma, de los sujetos y grupos oprimidos. Marcuse conecta con la primera parte del dicho de los situacionistas: «construir la vida cotidiana».

Y la tercera: el «cambio», que según Marcuse «depende de la ampliación de dichos círculos minoritarios». Lo que plantea es la acumulación en forma de red de una potencia estratégica capaz de transformar material y objetivamente la sociedad en su globalidad, suponiendo a su vez el incremento máximo de las posibilidades subjetivas, individuales y comunitarias. Si no se diera esto último, se volvería a la constitución de nuevas relaciones desiguales al limitar una vez más las expresiones autodeterministas y experimentales de los sujetos individuales y grupales. Esta cuestión se corresponde con la segunda parte del dicho situacionista, «realizar la historia».

La intuición que nos presta Marcuse, a partir del «punto de apoyo» de «ruptura de la falsa buena conciencia» que conecta la pista de los «pequeños círculos» con la «emancipación más amplia», es la de la creación de una red entre los diversos grupos que, en su propia revolución microscópica e interactiva (implosiva sobre sí misma), explosionan expandiéndose macroscópicamente, como ondas, a través de la interconexión de variadas expresividades y necesidades vitales, autodeterministas y experimentales.

 

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