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Jakue Pascual - Sociólogo

Esto no es un banano

1848: Iparragirre entona «La Marsellesa» en las barricadas parisinas y Xaho es nombrado comandante de la Guardia Nacional republicana. Dos románticos en la cuna del acontecimiento que sacude a Europa de los restos del absolutismo de viejo cuño. Ambos expulsados por el mismo dictador, Napoleón III, y coincidentes en Gernika, en el árbol símbolo de las libertades vascas. Iparragirre, bardo y poeta, compone la canción de los vascos, aquélla en la que se expresa la fusión de su propia materia con la voluntad de ser pueblo por institución de los iguales. Xaho, estratega y vidente, establece con precisión meridiana en su «Viaje a Navarra» la importancia simbólica de este enclave y el empeño que sus enemigos tienen en destruirlo, precisando cómo los guiris isabelinos colocaron un cartel en sus puertas que rezaba: «Aquí estuvo Gernika». Románticos, constructores de aventuras vascas que habitan en la revolución de su tiempo, sin confundir el movimiento del pueblo con el absolutismo de opereta que lo representa. De ahí que su apostasía no les impida alinearse con el bando carlista. ¡Qué ironía! Las raíces de la izquierda abertzale son mucho más hondas de lo que semejan a simple vista, encontrándose en ellas antecedentes «utópicos» socialistas y nacionalistas (interpretándolo desde la óptica, siempre parcial, de Marx y Engels) y propuestas pragmáticas: un himno-poema para las repúblicas vascas, la voluntad de unidad en lo múltiple como programa.

Y ahora vienen éstos, los de la representación de la voluntad popular encarnada en la suma de guardaespaldas, y pretenden injertar una nueva estrofa en el «Gernikako Arbola»: la de la autonomía cojitranca y la de la constitución sin ruptura con la dictadura, un modelo profusamente exportado a las repúblicas bananeras durante la última década. Precisamente, la tergiversación de los punks vascos anticipo, de manera preclara hace ya veinte años, una alternativa adecuada al autocrático clima tórrido que imponía la derechona. En ella, la tripulación pirata del bergantín Hertzainak lanza salvas de honor a un roble de Gernika convertido en palmera, enarbolando la ikurriña de las tibias cruzadas en una Euskadi Tropikal.

Cualquier día de éstos izamos velas y, como un Navío de Piedra, ponemos rumbo hacia poniente, meciéndonos con las olas de la corriente de Humboldt, para fondear lejos de junkers, franquistas y traidores.

 

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