Hasiera > Artikuluak > 2005 > Una gran ola en la bahía (2005-01-27)
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Jakue Pascual - Sociólogo

Una gran ola en la bahía

El seísmo de Sumatra ha liberado energía equivalente a miles de megatones. El mapa de las riberas del Indico ha sido modificado por una inmensa ola. Los continentes derivan. Nueve grados Richter, producidos por el choque de placas tectónicas, nos lo recuerdan. El movimiento sísmico ha desplazado islas y ha inclinado la tierra. No pasa nada: no parece que vaya a tener repercusiones sobre el clima. La cifra de muertos crece. No se descartan nuevos tsunamis.

La corriente lo asola todo. Cifras de turistas, la cuota de la catástrofe tiene valor variable según la renta. La ayuda está condicionada a la deuda que genera el cataclismo y a la ya acumulada por los que lo soportan. La moratoria afecta a una ínfima parte de la misma. Dos millones de personas pueden traspasar el umbral de la miseria. El conservadurismo caritativo pone en marcha su propaganda hueca. Y se insinúan movimientos geoestratégicos de tropas hacia lugares sensibles, bajo bandera de ayuda humanitaria. Nada de autoorganización en la desgracia. No se debe cuestionar la dependencia. Ya observamos, durante la riada de Bilbo, que al poder no le gusta. El Movimiento para la Liberación de Aceh y los tigres tamiles no se han extinguido bajo las aguas.

El sistema de detección de tsunamis del Pacífico avisó tarde. El riesgo de la alarma es el caos. Hawai reflejó el seísmo, pero desconocía la magnitud del maremoto y carecía de interlocutores en las regiones afectadas. La base militar de Diego García fue notificada y el personal salió ileso. Por lo demás, sólo escaparon las tribus paleolíticas y los animales libres. El reconocimiento de los signos naturales los asiste. La ONU anuncia el despliegue de un sistema de alerta mundial. Dos sunámetros hubieran costado quinientas pesetas a cada muerto. Phil Cummins había presentado su informe: Tsunami en el mar Indico: ¿Por qué deberíamos estar preocupados? El cambio climático aumenta el peligro para las islas pequeñas y por Itoiz corre una corriente telúrica, sobre la que la ambición del Capital se empeña en provocar inestabilidad.

Desde el hundimiento de la Atlántida hasta el 26 de diciembre, los tsunamis no han dejado de visitarnos. La explosión de Santorini destruyó Teras; Lisboa fue arrasada; el Krakatoa produjo la ola más grande jamás medida; Grand Banks, Aitape, Hokkaido... Algunos geólogos especulan sobre el megatsunami que podría producirse si el volcán Cumbre Vieja de La Palma se derrumbara. No tenemos futuro y -como dice William Gibson- el presente es inestable. Resta administrar el riesgo, mudar de escenario y reconocer las pautas.

 

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