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Artículo escrito en la revista Diagonal, Número 127, en junio de 2010.

Juantxo Estebaranz

La compleja hora del separatismo.

El actual escenario de distensión unilateral desde el lado abertzale junto a la progresiva llegada de recortes presupuestarios y salariales constituyen dos importantes pilares sobre los que pudiera emerger un nuevo ciclo de protestas. La belicosidad antivasquista como táctica electoral de los gabinetes socialistas central o autonómico podría actuar de acicate para que la respuesta social se encienda desde claves separatistas.

 

I. Sin embargo este mismo escenario de distensión abertzale, aporta a su vez obstáculos para que sea esta sensibilidad desde donde tome su primer impulso el nuevo ciclo. Así no es baladí que en el cambio estratégico adoptado haya pesado un objetivo cansancio de la generación política que integró el ciclo 1977-89. De igual modo la hegemonía de la voluntad de distensión, ha conllevado la desmovilización de los militantes irredentistas que han sido precisamente quienes han soportado los rigores de una década de ilegalización. El acercamiento de esta base en movimiento a los repertorios alternativos y a las luchas antidesarrollistas durante esta década contribuye a alejar la asunción de la actual propuesta, en la cual los mínimos políticos situados como objetivo son francamente decepcionantes para este contingente políticamente socializado en miras más amplias y radicales y acostumbrado a los rigores del trabajo en ilegalidad. El desánimo y la desmovilización se muestran así enemigos de que sean estas instancias las que se constituyan en el motor de arranque de un nuevo independentismo.

También las lecturas sobre la función política de este nuevo independentismo son diversas. Desde la óptica instrumental se distinguen también dos variantes. Para algunos este nuevo impulso no sería sino la plataforma civil que visualice la unilateralidad de la apuesta por la exclusividad de las vías políticas, mientras que para otros se trataría de un ensayo por el que medir la capacidad movilizatoria y las contradicciones internas que pudieran generarse en el llamado "polo soberanista". Por otro lado, para quienes le confieren personalidad propia e integran materialmente redes como Independentistak, se aspira a construir un verdadero y diverso movimiento social edificado en torno al eje separatista, que regenere la desgastada comunidad nacionalista radical y le aporte de nuevo una cultura movimentista capaz de sobrepasar la introversión a la que ha obligado la semiclandestinidad. Con todo, la sinceridad de estos militantes choca con las incógnitas sobre su capacidad de construir movimiento y sobre la magnitud de la fortaleza de sus adversarios.

A esta complejidad se añade la propuesta de potenciar la salida de España no sólo como unidad política negada, sino como opción económica vasca de conveniencia. Desde aquí la unión económica con el estado español se presenta como un lastre para una economía vasca de por sí rentable. Esta opción, (impulsada desde los segmentos más posibilistas de la izquierda abertzale hasta algunos portavoces jeltzales), intentaría gestionar los miedos de pérdida de poder adquisitivo generados por el horizonte crisis para el beneficio de la causa independentista, pero sin proponer alteraciones sustanciales del actual modelo productivo.

II. En esta compleja tesitura la tentación de sacar provecho de las oportunidades que aporta el calendario externo puede aupar las visiones instrumentales de las agregaciones independentistas. En este sentido, la urgencia ante la proximidad de las elecciones municipales y la voluntad de presencia electoral en las mismas da alas a la visión más tosca de estas nuevas agregaciones contempladas así como paraguas electorales bajo los que presentarse como independientes los miembros de las fuerzas políticas preexistentes. El V centenario de la conquista del reino de Navarra en 2012 puede ser también el trampolín de quienes se apoyan en el discurso historicista para aspirar a la consecución de un nuevo estado vasco admitido por las cortes europeas, y regido bajo sus similares parámetros. En el otro extremo se encuentran quienes sitúan las penurias actuales como las vacas flacas de un horizonte de liberación ineluctable, sea este nacional, de lucha de clases o bajo ambos. Así las visiones historicistas navarristas, de quienes se ubican en el campo de la liberación nacional milenaria o de quienes se colocan en el punto de fuga de la lucha de clases poco facilitan una intervención práctica en clave radical en el momento presente.

III. En los ambientes de querencia libertaria se multiplican asimismo las divergencias. De un lado, quienes ven el momento como una oportunidad, en el cual la novedad de que los sectores irredentos abertzales hayan sido minorizados puede permitir una refundación en clave de amplitud de la izquierda política, o también el de quienes se embarcan en las agregaciones independentistas ya en marcha, con la pretensión de que se imponga su propia agenda frente a quienes les conceden una función instrumental o circunstancial. En el otro extremo, quienes han protagonizado la última década de movilizaciones y miran con desconfianza las perpetuas ilusiones de refundación de la izquierda política (toda vez que aun duelen los entresijos de la disciplinización de unas bases militantes abertzales compañeras en los últimos viajes) mientras sufren en sus iniciativas las consecuencias de la expulsión de facto de las propuestas movilizatorias más transgresoras de la agenda abertzale.

IV. Con todo, la espada de Damocles de las directivas pauperizantes de los organismos supranacionales junto con la belicosidad españolista de los gabinetes socialistas, constituyen el acicate para poner en marcha una estrategia separatista. Una estrategia que aspire a desasirse del sistema de relaciones capitalistas, tejiendo un concepto de soberanía que necesariamente pasa por la desestructuración del modelo económico y social del capitalismo. En este camino, la táctica que exigía mayores ingresos y coberturas sociales como horizonte reivindicativo debe ser relegada ante la realidad de un capitalismo insufrible. Así, se hace urgente la asunción en clave de confrontación de la inaplazable readecuación en clave antidesarrollista entre necesidades sociales y modelo productivo. Y que esta oposición entre confort primer mundista y comunidad humana permita el abrir así sus puertas reivindicativas al precariado migrante. En resumen, pese a la complejidad presente y a la orfandad política e indigencia movilizatoria en la que nos encontramos, se hace preciso poner en marcha un movimiento separatista que generando conflicto en lizas poseedoras de carga simbólica y política anticapitalista, vaya ampliando mediante la acción los campos de lo posible mientras que a la par y en la práctica reinventa la misma comunidad vasca. Que no es poco.

 

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