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Arro eta Erro[1]

0- MAIRUBATZAR

Oteiza en Quosque Tandem lanzó un desafío que quedó sin respuesta: ¿Cuál es el sentido de Egiar, denominación del cromlech? Él mismo respondió que verdad en la piedra, pero no estaba seguro. Intuía que había algo más y propuso una respuesta hipotética: <<¿entre laderas?>>.

Aquí y ahora recogemos ese desafío para arrojar otro mayor si cabe: <<Egiar es el hueco (harro) y la distancia (ar, arte, tarte) que hay entre todos los “egi” (ladera, borde) que componen el cromlech>>.

Esta definición del hueco, del vacío que diría Oteiza, formula una proposición relacional y topológica. La misma forma circular en la que se halla dispuesto cada egi, cada borde, cada ladera, habla de una relación directa de cada uno con todos los demás y de todos frente a todos. Esta forma ya la conocemos, la hemos visto multitud de veces en nuestros bailes y juegos, siendo propia, sobre todo, del batzar (asamblea), de la manera en que la colectividad organiza sus relaciones y deviene comunidad actuando como tal. El cromlech nos indica la distancia como elemento topológico de medida de las relaciones y el batzar nos muestra la manera en que éstas se establecen.

Egi en euskara también significa verdad; cada límite que perfila el círculo del batzar es una subjetividad que expresa un punto de vista (begi: ojo), exponiéndolo frente a los demás. El hueco del batzar refleja las relaciones, las distancias que hay entre los diferentes puntos de vista que conforman la comunidad. A este hueco se le denomina en euskara ar-hau (arau) o, lo que es lo mismo: norma. Pero este hueco no está fijo, todo lo contrario, describre el lugar donde se expresan las interacciones societales y cambiará al ritmo en que éstas cambien. El sujeto será quien altere las relaciones de la comunidad en el hueco en que éstas se manifiestan, siendo a su vez modificado por las mismas. Por lo tanto, el sujeto no puede entenderse como algo fijo. Yo soy otro.

En euskara hay una relación directa entre el límite (egi) y el movimiento (igi(tu):mover). Es por medio del movimiento que los límites cambian. Mover significa alterar los límites. Cuando yo me muevo mi visión cambia, mi punto de vista es distinto. La subjetividad es radical: el mundo cambia, pues lo que cambia es mi visión del mundo. Descubrir nuevos límites, traspasarlos, me altera a su vez. Tomo mi conciencia como un recipiente en el que voy acogiendo todos los elementos que se me muestran.

En euskara el mundo se comprende como femenino (EME): ama lurra y sus hijas, nuestras abuelas, el sol y la luna[2]. Lo femenino, base del dar (eme/eman:dar), implica una concepción del mundo, del Otro, como lo dado. Nuestra postura es, entonces, de recepción (hartu: coger, acoger / AR: masculino). La naturaleza (producción primera) se entenderá como un regalo (emari), siendo de hecho toda producción un don en tanto que se ofrece a la comunidad.

Para los vascos, el sujeto se efectúa en su movimiento. No se trata tanto de que haya un sujeto que elija como de que a cada elección, de entre todas las posibles, le corresponda un cierto tipo de sujeto. Esto supone fluir por un continuum de atracciones y repulsiones. Es el discurrir de un sujeto por entre las posibilidades contenidas en la materialización de cada movimiento. Extraña teoría del caos que no puede prever el siguiente paso. Erótica de una voluntad cuyo deseo se hace infinito al residir precisamente -según su “ilógica”- en la apertura (intensiva y extensiva) de mundos por los que el juego puede seguir por siempre. Una autotransgresión en clave de autodesafío que eleva la apuesta al exponente infinito.

No es de extrañar, entonces, que en euskara las relaciones (harremanak) vengan definidas por los verbos eman (dar-hembra) y ar(tu) (tomar-macho). Al exponer mi punto de vista cambio mi distancia (ar, arte), mi relación con los demás, alterando la posición (de poder) dada (aceptada) en el arau (hueco-norma) y descentrando de este modo el círculo del batzar. Cada donación, regalo, que el sujeto ofrece a la comunidad establece una problemática, una nueva manera de ver y organizar las cosas. Es decir, está proponiendo un ar-hauzo[3], un arazo (problema), un nuevo hueco donde se manifiesta la comunidad. De esta manera, la comunidad se definirá como una relación entre iguales donde cada sujeto (hauzo) es expresión de la comunidad (hauzo), al con-tenerla y con-formarla.

Gara(tu) es desarrollar/se, hacer el nosotros (gara: somos); esto es, constituirse como comunidad expresándonos, actuando con-juntamente, creando relaciones en común. Este nosotros contiene a todos los yoes de la comunidad. Dicho en otras palabras, el desarrollo de la comunidad es paralelo al de la potencia de cada uno-individuo que la compone. Cada sujeto expresa en sí toda una serie de potencialidades (men) que reflejan un sinfín de mundos posibles. Es cometido del batzar desarrollar las potencialidades, aplicar las posibilidades (ahal) de cada sujeto y, al enfrentar estas problemáticas concretas, organizar el arau (hueco) según las relaciones que se establezcan entre las visiones de todos los que componen el círculo.

La fuerza del batzar, su energía (indar, inar, (eg)in-ar), proviene de la concreción de la norma (arau), de la configuración del hueco en que ésta se conforma, del cambio material de relaciones que se establecen y de la instauración de un nuevo centro. Por otra parte en arin, ar-(eg)in (ligero, veloz, variable), se plasmará el dinamismo subyacente a las relaciones que componen el arau del batzar, así como la pugna incesante de relaciones interdependientes (de poder), el movimiento continuo de los sujetos y el choque permanente de elementos heterógeneos que constituyen y con-forman un espacio (hueco) común.

En el batzar el uno (bat) deviene múltiple (batzu), entendiéndose así, siempre, como hueco relacional de lo múltiple (batzu-ar, batzar).



[1] R. M. de Azkue, op. cit., vol. I, 1969, pp. 78 y 269. Arro: hueco. <<Erro: 1º raiz = Según Añibarro y Lacoizqueta es más bien la cepa o rizoma, tallo subterráneo horizontal>>. Toni Negri - Felix Guattari, Las verdades nómadas. Por nuevos espacios de libertad, Gakoa 1996, p. 237. <<Los diagramas arborescentes proceden mediante jerarquías sucesivas, a partir de un punto central, y cada elemento local remonta a ese elemento central. Por el contrario, los sistemas en rizoma pueden derivar al infinito, establecer continuidades transversales sin que se pueda centrarlos o cerrarlos>>.

[2] José M. de Barandiaran, Mitología vasca, 2ª edición, Txertoa, Zarautz 1979, pp. 126 y 132.

[3] Hauzo según Azkue tiene diferentes significados: vecindad/ vecino/ habitantes de una población/ terreno comunal/ permitido, lícito/ voz con la que se llaman unos a otros los hombres/ barrio. R. M. de Azkue, op. cit., vol. I, 1969, p. 113.