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80´s

El marco político ha sido cerrado en la primera época de la Transición y el sistema inicia su reestructuracipón socio-económica. La forma que adopta este proceso es el de la salida de la crisis y el agente político encargado de readecuar la base y la superestructura del sistema tiene el nombre de socialdemocracia. La subida del PSOE al poder en el año 1982, va a marcar el comienzo de la segunda fase de la Transición caracterizada por un profudo reajuste y el mantenimiento de la apariencia reformista. El desmantelamento del entramado de concentración fabril y la terciarización de los sectores económicos van a ser una constante hasta nuestros días, donde los mecanismos reestructurales van a adoptar una línea de progresiva descentralización de los complejos industriales, vía su supresión y cambio por módulos autónomos automatizados e informatizados.

De lo que se trata en una primera instancia es de recomponer un tejido social en su adecuación a las nuevas necesidades capitalistas. El efecto progresivo del ajuste tiene la pretensión de desmantelar un denominado Estado del Bienestar, que acarrea grandes costes sociales a una administración que debe establecer prioridades inversoras para la financiación de los proyectos privados, dada la lógica de crisis del beneficio capitalista -supuesto motor económico- que se debe a la saturación de los mercados y a límites existentes para la expansividad de los mismos. De lo que se trata es de recomponer el tejido económico, para que la acumulación de beneficios del capital pueda darse mediante la recuperación del crecimiento sostenido del mismo.

Los efectos inmediatos de estas medidas reestructurales son el aumento del paro, la pérdida de la capacidad adquisitiva de los sectores populares y la pauperización creciente de amplios sectores sociales. El Estado del Bienestar había permitido al proletariado acceder a los niveles superiores educativos, produciéndose un incremento del conocimiento social acumulado, algo que es negativo para la reproducción diferencial de una sociedad de clases que debe recomponer sus distancias introduciendo de nuevo desniveles. Para ello el nuevo sistema reinstaura su base educativa clasista incorporando nuevos parámetros curriculares, a la vez que bloquea, con el desmantelamiento del bienestar, el acceso de esta mano de obra cualificada a niveles de estabilidad estatutaria. La movilidad laboral, la flexibilización de las contrataciones, el despido libre y otras medidas paralelas serán el correlato necesario para la recomposición del extrañamiento entre una mano de obra de calidad y barata y un entramado económico que restituye su tasa creciente de beneficios y con ello su distancia social.

Los años 80 son los del surgimiento de rápidas y grandes fortunas, nuevos y viejos ricos recomponen sus niveles de expropiación de los capitales humanos. La pauperización de sectores sociales es un hecho, la depreciación de los niveles educativos proletarizados se consuma, la desprotección de amplias capas de la sociedad, como las mujeres y los jóvenes, se consolida. Un panorama que se mide con el incremento del paro en Euskal Herria, hasta los niveles de un cuarto de su población activa y la mitad de su juventud.

Una realidad social anómica que, en los 80, va a producir fenómenos de resistencia. Dinámicas de contestación que entremezclan parámetros de acción comunitarios, individuales, civiles, sociales, ideológicos, culturales y que pretenden superar el bloqueo que se intenta imponer desde el sistema a las fuerzas emergentes. Todo un proceso de resistencia que va a determinar el carácter de la década.

El desfase entre fines sistémicamente promulgados y socialmente aceptados y la imposibilidad de su consecución, dado el contexto crítico en el que se vive, va a caracterizarse por el surgimiento del fenómeno de la esquizofrenia social. Fenómeno que será alimentado por el proceso de privatización que impone el nuevo modelo y que tiene como objetivo cortocircuitar las redes de relación básica y circunscribir a los individuos en los nichos de superviencia paticular. El proceso de privatización e individualización rompe los espacios y tiempos de relación social, imponiendo un estadio en el que el papel unidireccional de los media comienza a ignorar cualquier expresión que no sea la suya propia, reconduciendo cualquier tipo de disonancia a los parpametros de lo anormal y de la delincuencia. El paranarciso es el reflejo de una época donde la apariencia del logro se impone para su ulterior consecución, ya no tratamos con sujetos autovalorizados, con narcisos capaces de transformar su mundo en algo más apetecible, sino con la imágen distorsionada de los mismos.

Otro de los efectos añadidos del proceso reestructurador y privatizador, tiene su plasmación concreta en el espacio. La eliminación de las diferencias entre lo rural y lo urbano, cede el paso a la zonificación del espacio en base a la nueva recomposición de las rentas. Es en los 80 cuando comienza a tener lugar un proceso que se podrá verificar una década después y que no es otro que la expulsión de las zonas catalogadas con alto nivel especulativo de los sectores más desprotegidos de la juventud y de la población lumpemproletarizada, a la vez que se impulsan medidas mínimas de corrección para que los sectores más deprimidos puedan reubicarse (alquileres populares, viviendas de protección oficial). La costa va a ser destinada a uso turístico, van a aparecer nuevas zonas resindenciales de alto y medio nivel económico, se van a degradar numerosos barrios populares y se va a destinar la construcción de viviendas protegidas prioritariamente a las rentas medias. Estos son algunos de los ejemplos que se producen en este plano, a la vez que se perpetúa la inexistencia de lugares de ocio para los sectores populares y juveniles al margen de una oferta espectacular restringida

Estas son algunas de las condiciones sociales que se despliegan en los críticos años 80 de restructuración. No es de extrañar, por tanto que todas estas medidas topen con todo un movimiento que vamos a caracterizar como de resitencia , y que utilizando el término neoconservador, podemos calificar de desmodernizante 17 .

La disposición de todo el entramado restructurador y privatizante encuentra una dura respuesta en los sectores sociales y juveniles proletarizados más concienciados. Un movimiento implosivo se extiende por toda Euskal Herria en forma de red, estableciendo polos de concentración nodal en los diversos focos emisores de la contestación.

Para entender las características y dimensiones del sujeto activo de los 80, es imprescindible establecer cuales son sus elementos definitorios, en función de lo criterios prioritarios que refleja la práctica de sus grupos. Hay tres cuestiones centrales que podemos recalcar:

1.- El asamblearismo como forma de expresión de una práctica horizontal y directa. Una forma organizativa que comienza a desarrollarse a finales de los setenta en los movimientos alternativos que surgen y en los que los individuos impulsores del nuevo movimiento de los 80 participan de un aprendizaje práctico en su adolescencia.

2.- La cuestión nacional que no va a ser tomada como un ideal abstracto, sino como una constatación de hecho, antirrepresiva, dado que los jóvenes son los principales sujetos pacientes de una situación impositiva militar-policial y centralista.

3.- Y el punk, porque una situación de crisis, creada por los adultos que detentan el poder, imposibilita la percepción de un futuro, y porque la única respuesta posible es la de la propia juventud en su redefinición apropiativa de la expresión y del espacio de su tiempo, algo que “cualquiera puede hacerlo”.

Es en este momento cuando la expresividad espontánea del movimiento subjetivo de lo social llega a su máxima definición. Surgen por toda la geografía vasca medio centenar de radios libres y otros tantos gaztetxes, cientos de fanzines y bandas de música, así como incontables agregaciones juveniles básicas en forma de tribus, de grupos poíticos, culturales y creativos, de sabotaje... El grupo de iguales homogéneo en gustos, atuendos e intereses va a definirse como central, frente a la anterior expresividad relacional de una cuadrilla heterogénea. Las nuevas tribus y sus estéticas irrumpen en el panorama social componiendo un mosaico de matices: punk, jevis, skins, mods, rockabillys, y todas sus derivaciones after, post y neo, en un panorama plural que se reconoce en su variedad y en la interacción de espacios comunes.

La redefinición expresiva es una necesidad que se evidencia en el surgimiento de las radios libres, las bandas de música (dado que no existe experiencia histórica del R&R en E.H.), los fanzines, y todas las formas imaginables de artes visuales y plásticas. En cada uno de estos campos podemos percibir que el propio autoaprendizaje, el conocimiento de técnicas básicas, y buenas dosis de imaginación, han producido los profesionales y las líneas de moda sobre las que se superpone el espectáculo en la actualidad.

La redefinición espacial se inserta de lleno en el enfrentamiento con un poder espectacular, privatizante y especulativo. La ocupación de Gaztetxes tiene como objeto salir de la oferta de ocio espectacular y recomponer la propia satisfacción de las necesidaes en base a la propia expresividad creativa. El sistema que está inmerso en la privatización de los espacios y sumido en la lógica de pacificación de la calle, ve que los lugares urbanos de interacción juvenil son susceptibles de volverse en su contra, por eso debe eliminarlos. Los gaztetxes son el ejemplo de la autogestión juvenil excluyente de la dirección uniformizante del sistema adulto. La okupaciones de vivienda tienen dos vertientes básicas, bien sean para la satisfacción de una necesidad individual, como es el tener un techo, o sean para la creación de experiencias comunales, que es otra de las constantes que acontecen en esta década. Estas prácticas estás inmersas de lleno en el cuestionamiento de la lógica privada que prima sobre el espacio y que excluye, individual y colectivamente de su disfrute, a los sectores más desprotegidos y en concreto a la juventud.

Cada medio de redefinicion expresiva y espacial sirve para potenciar otros aspectos de interacción del movimiento. Por ejemplo, la música rock se difundirá en los gaztetxes que permitiran el acceso de las bandas a lugares para que puedan desarrollar un rodaje y darse a conocer. Las radios libres programarán la música juvenil y los fanzines informarán sobre la misma. Igual sucederá con contenidos políticos, sociales e ideológicos, con la ecología, el antimilitarismo o cualquier práctica del movimiento social y juvenil.

Un foco de expresividad o de consecución de un espacio colectivo sirve de catalizador y de activador de multiples experiencias, los grupos que interactúan en su seno entran en contacto con otros similares de distintas zonas y que participan de una sintonía común, creándose una malla de relaciones entre los nudos de la red.

Nace el Rock Radikal Vasco como expresión musical de redifinición de contenidos anti (sistema, polícía, nuclear consumo, represión, militar, machista...). Cientos de bandas de música comienzan a dar sus primeros pasos, desarrollándose en paralelo una incipiente industria del sector (sellos discográficos, estudios de grabación, distribuidoras independientes...). El punk marca los contenidos de la década y son cuatro los niveles de redefinición expresiva en los que se localiza, y que tienen su correlato en sendos grupos emblemáticos: La crítica social e irónica de La Polla Records, el anti-todo de los Eskorbuto, la reivindicación del hecho nacional de los Kortatu y el situacionismo euskeriko de deriva y utópico de los Hertzainak. El impulso del panorama desde el punk, como forma básica de acceder a un estadio musical (“cuaquiera puede hacerlo”) y desplegar una serie de contenidos de denuncia en una situación crítica para la juventud (“no hay futuro”), no implica la inexistencia de una extensión y una diversificación de las tendencias estilísticas por zonas determinadas, sino simplemente el espíritu de la época. También hay bandas de heavy, rockabilly, de ska, de rock & roll cañero, de funk, afterpunk, reggae...

El punk y los contenidos críticos reflejan un momento negativo, un instante en el que se despliega una sintonía ANTI definida por el NO, por la imposibilidad existencial de la aceptación de un sistema de cosas impuestas. Las experiencias desarrolladas tienen una base de horizontalidad y de funcionamiento asambleario que cuestionan directamente el funcionamiento de las vanguardias en su seno. Un nuevo sujeto multicéfalo surge por imbricación de distintos sectores activos en el seno de los movimientos, la coincidencia en los mismos espacios de abertzales [entorno del MLNV] , izquierda extraparlamentaria [“troskos” y “chinos” ] y toda una amalgama de anarkos, antiautoritarios, autónomos, punks, skins y jevis, imposibilita una definición homogénea de los movimientos, pero impulsa a los mismos hacia su desarrollo e inevitable enfretamiento con el poder. En este momento todavía no está resuelta la contradicción vanguardia/base, pero las condiciones de su superación están dadas por la evolución práctica de los movimientos y por la negativa de su aceptación.

Este femómeno implosivo de microprácticas tribales que establece una red de relaciones y la sintonía de la década, también tiene sus momentos de acumulación de potencia. Debemos tener en cuenta que esta red multiple de expresiones y espacios desarrolla un entramado sobre el que se difunden los elementos de una nueva socialidad, la cual en momentos concretos es capaz de generar polos de contestación tremendamente potentes. Sobre este soporte básico de relaciones, es desde donde se debe leer la difusión de contenidos que son capaces de contrarrestar, en su enfrentamiento, la mediación uniateral de los medios de comunicación de masas. El caso de la OTAN es el ejemplo perfecto para observar cómo una red de grupos, medios de contrainformación y espacios alternativos, pueden impulsar una sintonía común, opuesta a la difundida sistémicamente. Otro momento que en los 80 alcanzan instantes de potencia máxima es el estallido del movimiento estudiantil, que participa de contenidos subterráneos similares a los del movimiento juvenil, ya que sus agentes impulsores son parte del mismo, y que actúa -y aquí vale el concepto de aldea gobal para la extensión de la disidencia- miméticamente con el estallido del movimiento estudiantil en Francia (no olvidémos que en Iparralde también surgen con fuerza tanto éste como los demás movimientos contracultraes de los 80). Pero donde vamos a observar realmente la heterogeneidad del movimiento antagónico de los 80, su extensión ideológica y generacional, es el instante del acontecimiento Gernika 87. Un momento en el que la concentración de las distintas tribus alternativas, punks, abertzales e izquierdistas se plasma en el espacio evidenciando su pluralidad estética y creativa.

La lectura de los años 80 debe hacerse en varios niveles interrelacionados. Uno de los que muestra con mayor claridad que la dinámica reestructural del sistema tiene niveles de incidencia que trascienden lo puramente económico, y se adentran en lo político, es el del control de la disidencia social y nacionalista. A principios de los 80 se crea el Plan ZEN, un plan que considera como sujetos potencialmente peligrosos a los jóvenes, de ahí que el control de amplios sectores de los mismos sea una constante. Pero con la llegada de los expertos antiterroristas a mediados de la década, se va a modificar sustancialmente el panorama, debido a lo que supone para la dinámica del control la incorporación del nacionalismo moderado. Es en este momento donde se va a articular lo que será la constante espectacular de incidencia unilateral en el entramado de reproducción simbólica y que afectará tanto a la lucha armada como a cualquier postura disidente y alternativa al sistema. Desde este preciso instante todo lo que no sirva a los intereses reproductores del propio mando, será excluido del juego, será ignorado. Pero esta voluntad no impide que el propio mando se vea obligado a incorporar elementos progresivos para readecuar su legitimidad, dada la pujanza y la penetración de determinados aspectos alternativos en la sociedad. El problema del poder será desde ahora cómo reconducirlos, cómo vaciarlos de sentido y cómo incorporarlos a su bagaje reproductor.

Observamos que hay un desplazamiento del equilibrio de fuerzas entre la primera y la segunda parte del decenio de los 80, que coincide además con los del momento de creación de las redes del movimiento de resistencia y con el de la evidenciación de la potencia máxima de las mismas, y que vienen caracterizados por la actuación en solitario de la contrainsurgencia centralista de la primera mitad de la década (y su expresión Plan ZEN) y por la incorporación a la estratégia del nacionalismo moderado en la segunda mitad y que tiene lugar tras la llegada de los “expertos” 18 . Las negociaciones de Argel y su fracaso abrirán una etapa con una nueva correlación de fuerzas, la represión sobre el movimiento de resistencia y su agotamiento coinciden con estos plazos.

Si ha finales de los 70 hubo una gran entrada de heroína, durante los 80 se dan dos momentos de máxima concentración de esta sustancia en Euskal Herria. La primera entrada se produce a principios de la década, en el 83, en el instante en que empiezan a emerger las nuevas redes de relación social y juvenil; y la segunda hacia el 86-87 coincidiendo con la expresión multitudinaria del movimiento de resistencia. La práctica diseñada en los nuevos espacios juveniles de interacción expresiva y espacial, tiene desde sus incicios el objetivo de abortar la penetración en sus redes de interacción de esta sustancia considerada como tremendamente dañina. Las “casualidades” de la historia hacen que la penetración de la heroína se ubique en las proximidades de los espacios sociales liberados y que su procedencia venga dada desde los márgenes de la sociedad que intentan copar estos lugares de interacción alternativa. La constatación de este hecho no impide percibir que también, en la primera parte de esta década, la heroína se instale en sectores de clases medias, afectados tanto por la depreciación de sus espectativas vitales como por el vacío existencial producido por la crisis anómica. Las drogas masivamente aceptadas en este decenio son el hacís y el speed. La primera se ubica en un plano de intercambio grupal, de interacción simbólica y comunicativa, en planos de proyección psicológica y comunitaria, donde lo que prima es la esfera hedonística del disfrute de un tiempo reconducido en sus términos apropiativos. El speed es la droga punk por naturaleza, la metanfetamina que impone la claridad de la percepción y la aceleración que se ubica en la lógica del todo ahora, ¡ya!, de un presente reconocido en la inmediatez de la apropiación del momento, dado que no hay futuro sobre el que plegarse. Los círculos de consumo y tráfico de ambas drogas son a nivel de calle y a pequeña escala, siendo tanto los consumidores como los camellos partes de entornos reconocibles. Esto no quiere decir que la importación de estas sustancias, sobre todo en lo que se refiere al hachís, se de a pequeña escala, y que no existan redes lucrativas y mafiosas detrás de ellas, sólo que las redes de intercambio básico priman. Los efectos dañinos de estas drogas, que en el caso del speed y no del cannabis es evidente, no se dejan sentir como con otras sustancias, dada la propia autorregulación del consumo, la menor toxicidad (relativa en el caso del speed) y dependencia que conllevan. La incidencia de la represión policial, en lo que respecta a estos tipos de drogas, ha sido proporcionalmente más acusada que en lo referido a la heroína (y a la cocaína, que hace su entrada masiva a finales de los 80), y se ha dedicado básicamente a descomponer su tejido de distribución de calle, contribuyendo a la focalización de la distribución, a la individualización del consumo y a la adulteración de las sustancias.

Los 80 son una década compleja por la condensación en su tiempo de múltiples aspectos que modifican los planos de incidencia y amplían la perspectiva de lo social. A los niveles de contestación social y juvenil como la negativa de la entrada en la OTAN, la conflictividad estudiantil, y la creación de una inmensa red de relaciones expresivas y espaciales, debemos añadir la dinámica militar de ETA y la negociación política entre esta organización y el Estado. La máxima expresión de todos estos movimientos, de su multiplicidad y potencia, tiene lugar entre los años 86 y 87, momento en el que las radios libres, los fanzines, los gaztetxes, objetores, estudiantes, mujeres jóvenes, okupaciones, tribus, grupos políticos juveniles independientes de partidos... alcanzan una tremenda potencia. Pero la plasmación de toda esta realidad, tiene también su correlato en el anecdotario electoral, ya que, sin existir una correspondencia orgánica ni tan siquiera programática, es cuando HB se convierte de una manera relativa y sui géneris en el referente en las urnas de gran parte de este proceso disidente y transformador, sin obviar que éste también tiene su reflejo en un amplio corolario abstencionista.

Los 80 modifican el panorama. Surge la insumisión -tras una páctica antimilitarista continua que es salpicada por el cuestionamiento de la política de bloques durante la crisis de los euromisiles, por el desarrollo de la objeción de conciencia colectiva y el rechazo a la OTAN- que será una de las expresiones alternativas más fuertes de la sociedad vasca en los años 90. Nace el cuestionamiento de los grupos de mujeres jóvenes de los comportamientos machistas en los espacios y las expresiones alternativas, que amplía el estadio de diferenciación del feminismo de los 70. El ecologismo asume una pluralidad de prácticas, tras superar la concentración de su potencia antinuclear. Todos estos movimientos, dentro de los altibajos de sus prácticas y dada la existencia o no de momentos acumulación de fuerzas en luchas concretas, penetran de cierta forma en lo social, obligando al poder -por vía de un electoralismo mediático permanente- a incorporar progresivamente aspectos formales de los mismos.

Pero el panorama también cambia a nivel espectacular, se hace más impermeable y los mecanismos de reproducción ideológica ejercen, cada vez más a través de su monopolio privado, un ferreo control de todos los aspectos de la vida social, incitándola a su disolución individualizante, a delegar en el poder toda potencia susceptible de convertirse en política de transformación. El efecto del gran despliegue mediático, que acompaña al proceso de privatización, deconstruye los códigos sociales y los reinterpreta unilateralmente aislándo las imágenes de sus contextos de significación y entre sí mismas; este proceso provocará la anulación de la historia e incidirá directamente en el refuerzo -mediáticamente inducido- de la individualización de los contenidos mínimos que se han de tener en cuenta para autoconsiderarse socialmente.

La primera etapa de la restructuración ha finalizado y se hace necesario abrir la válvula de escape para descongestionar la inmensidad de la potencia acumulada en esta década. El anuncio de una recuperación económica, que durará breves años, desde finales del 88 hasta el año 92 del colmo del espectáculo, sirve para incorporar a un mercado laboral flexible a grandes partes de lo que fue el movimiento juvenil de los 80. Desactivada la bomba, el sistema empieza con la limpieza, no concentrada en el tiempo, de espacios y expresiones alternativas. Con la LOT (Ley Orgánica de Telecomunicaciones) se cierran la mayor parte de las radios libres, se “txapan” numerosos gaztetxes, se desalojan casas ocupadas (procesos de represión en los cuales intervienen al unísono, aunque con matices dadas las correlaciones de fuerzas en cada zona, todos los partidos “democráticos” y todas las fuerzas policiales), se amnistía a los primeros objetores, se incorporan formalmente en los programas políticos elementos demandados por los movimientos feministas y ecologistas... Y en otro orden de cosas, se inflinge un duro golpe a la organización armada ETA, con la detención de su cúpula en Bidart. En definitiva, un rosario de medidas paralelas que generan durante breves años el espejismo de una paz política y social impuesta desde un poder omnipresente mediáticamente.



17 P. L. Berger, B. Berger, H. Keliner, Un mundo sin hogar , parte 3ª, Santander, Salterrae, 1979. Este término en nuestra utilización es despojado de las connotaciones negativas que le atribuye el pensamiento neoconservador. Nuestra adopción del concepto incluye el sentido de rechazo de los actores sociales y de los nuevos movimientos sociales, a la implantación de un modelo de extensión desarrollista y de valores jerárquicos.

18 Comisión internacional sobre la Violencia en el País Vasco. Los «sabios» que formaban parte de la comisión eran F. Ferracuti, J. Léauté, P. Janke, H.J. Horchen y C. Rose. Todos ellos expertos en contrainsurgencia y relacionados con distintos aparatos de Estado y paraestatales.