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Artículo escrito en Gaztegin el 17 de febrero de 1995

Jakue Pascual – Sociólogo

¡Te da cuen! ¡Te da cuen! ¡Te da cuennnnn....!

Hay algunas cosas que funcionan de manera imprevisible. Paseando por un barrio bilbaino y tomando unos zuritos, noté que todo el mundo hablaba como Milikito, por aquel entonces Emilio Aragón. Los mismos giros, las mismas palabras, el acento del "pasotilla" del tupé prominente, los mismos chistes pote tras pote... Guiado por un talante crítico despotriqué contra los efectos perniciosos de la televisión, de las comeduras de cabeza, de los loritos amaestrados y de los robots adiestrados para ejecutar una serie limitada de movimientos.

Tras una serie de vaivenes me he vuelto a encontrar varias veces con el mismo fenómeno, pero la última vez ya fue de una manera especial. Era el día de San Sebastián y me encontraba en un atestado bar -como es habitual en esa fecha- diseccionando algunos puntos candentes de la situación inmediata, cuando escuché tras de mí una conversación en creciente tono histriónico. Un chaval le decía a voz en grito a un guiri noruego que repitiera... -¡Te da cuen...! ¡Fistro pecadorn...! (la verdad es que nunca he sabido si es pecadó, pecadorl, pecadornl...) ¡Cobarrde..!. A la vez que me daba palmaditas en la espalda para que le riera la gracia por medio del guiri. Tras cortarle diciéndole que se diera en los..., o algo por el estilo, nos marchamos sin más pero un tanto alucinados. La cuestión no cuadraba, era simplemente la televisión o estaba pasando algo que nuestras estrechas mentes eran incapaces de interpretar.

Cuando a la gente se les convierte en individuos aislados en una función, cuando el sistema político cierra la calle y decreta un toque de queda simbólico, cargado de signos reales, cuando la muchedumbre se retira a su inconexo espacio privado y está sóla, o los niños se han ido a dormir, encienden la televisión y siempre, allá al fondo, está... ¡Chiquito de La Calzada!.

Pues sí, parece que la peña quiere participar, que tiene ganas de fiesta y de jugar a ritos intercambiables, por eso repite hasta la saciedad el gag de envase retornable que le hace ser común - aunque sea de un universo mítico televisivo- alrededor del único tótem capaz de arrejuntar a las muchedumbres solitarias.

¡Te da cuen! puede ser el comienzo de una gran amistad. Y es que la política y el dinero no pueden controlarlo todo y mucho menos la cabezonería cotidiana de los simples mortales que se dedican en común a pasar de ellos o a ponerles verdes en el bar, la oficina, la clase, la calle, la plaza... ¡Qué chiste!

 

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