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Artículo escrito en Gaztegin el 1 de marzo de 1996

Jakue Pascual – Sociólogo

Asesinos natos

Los expertos sociólogos, encargados por el sistema autonómico vascongado de realizar el diagnóstico sobre la violencia juvenil, ya han encontrado el remedio. La solución pasa por encarar el problema utilizando dos tipos de medidas que se complementan en la vieja y tópica fórmula del "palo y zanahoria". La primera de ellas se refiere a lo de siempre, criminalizar, zurrar y condenar todo lo que se mueva en su contra. La segunda y novedosa hortaliza, trata de la PREVENCION (término clínico) de futuros comportamientos violentos.

Según esta lógica, cualquier niño-a es susceptible de ser un "terrorista" o un "saboteador" en potencia, de lo que se tratará por todos los medios es inculcarle una supuesta cultura de la "tolerancia" que invierta esta hipotética tendencia. Aquí no se intentará mostrar las distintas opciones para que puedan elegir libremente, sino de "comerles el tarro" sistemáticamente para que actúen según criterios sistémicamente prefijados.

Los sociólogos orgánicos vueven a demostrar que ni tan siquiera han leído a uno de los padres fundadores de esta CIENCIA, a alguien tan poco dudoso de veleidades radicales como el eminente Durkheim. Este autor no se cansaba de repetir que quienes analizan los problemas (los hechos sociales) como afecciones éticas, sujetas a definiciones morales previas e interesadas, niegan las intervenciones que sobre la sociedad se pueden efectuar para solucionar los comportamientos que atestiguan una profunda deformación de su estructura.

Imaginémonos la realidad que quieren construir los actuales proceres de la democracia por medio de sus lacayos seudocientíficos. 1/ Se niega que existe un problema, o un cúmulo de grietas estructurales (políticas, sociales y culturales), en base a una definición normalizada y previa del caso vasco. 2/ Se ponen en marcha desde la más tierna infancia, determinado lo anterior, los mecanismos de socialización que delimitan restrictivamente los comportamientos que deben realizarse, mediante la colaboración desinteresada de los distintos sujetos y estamentos adoctrinadores. 3/ Se devuelve a los individuos previamente amaestrados en hipotéticos valores abstractos de derechos, libertades, obligaciones, paces, tolerancias, igualdades y solidaridades a un entorno concreto hostil, que poco o nada entiende de todo esto; y que se construye cotidianamente con la exclusión de un cada vez mayor número de sujetos periferizados socialmente (sea por razones de clase, raza, edad o sexo) y con la negación política de los derechos históricos de un territorio culturalmente definido como el vasco. 4/ La conclusión lógica, al imposibilitarles previamente la autodefinición de un marco común de actuación subjetiva, será la del incremento exponencial de la esquizofrenia sociocultural en amplias capas de la futura juventud vasca y la superposición e intercambio de identidades que convertirán a un buen número de personas en auténticas bombas de relojería. 5/ Lo que se pretende activar -y me da igual que sea consciente o inconscientemente ya que esto es una metáfora tremendamente seria- es el "suicidio" individual y colectivo de los miembros de las próximas generaciones.

Goebbels no podría haber diseñado un artefacto tan perfecto, y eso que ya en sus tiempos se aleccionaba a los niños, adiestrados clónicamente, para que denunciaran cualquier comportamiento hostil de sus padres o vecinos al ideario nacionalsocialista.

La solución, para atajar la perversión de estos diseñadores de sociedades domesticadas, no es nueva. Es la que desde tiempos inmemoriales ha practicado (legal o clandestinamente) un pueblo que, como el vasco, ya estaba en esta tierra antes de que los inquisidores centralistas y vende solares patrios aparecieran. Se trata de crear comunidad. Esto no es otra cosa que establecer redes de comunicación por las que circule una forma de ser determinada, una cultura orgullosa de los sujetos que se identifican con ella y que apuntando al futuro renueva la memoria de los antepasados (mairu, mairi, maide... MARI) que construyeron los monumentos de su identidad: la palabra, la resistencia y su perpetuación (vida) en el tiempo.

 

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