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Artículo escrito en Gaztegin el 31 de marzo de 1995

Jakue Pascual – Sociólogo

El viejo y el chinito

Lo que nos mata no puede servirnos como ejemplo. Estamos en el punto cero, en el instante en que el vacío penetra en nuestros corazones. Esta es la radiografía de una sociedad burguesa que se consume, consumiéndonos como a los cadáveres del fin de su historia.

Vaneigem (1) nos narra el cuento del Chinito que se sumergió en las profundidades de los oceanos para hallar a su amada, la Reina de los Mares. Cuando el Chinito emergió de los abismos se encontró con un anciano que trabajaba cortando flores y que le dijo: - Mi abuelo me habló del Chinito que se había adentrado en los mares para buscar a la Reina de los Mares...

¿Cómo pudo el Chinito traspasar tres generaciones de ancianos? Este es el problema que se nos plantea y que a su vez nos llevará a formular un sinfín de nuevas preguntas.

Hay jóvenes que son viejos prematuros y hay viejos que mantienen la juventud de su espíritu. Un joven se hace viejo cuando pierde la pasión por el juego y viceversa, un viejo se mantiene joven cuando encuentra en el juego el placer de la resolución de nuevos interrogantes.

La sociedad en la que vivimos, que se autodenomina democrático-burguesa, es una sociedad gobernada por viejos, en la cual no tienen cabida los jóvenes, más que si adoptan una forma de ser viejos prematuros y se identifican plenamente con un ambiente de asilo perfumado por el olor putrido de las momias.

El sistema que tiene cada cual para medir esta forma vieja de sociedad, es la cantidad de aburrimiento que está dispuesto a soportar. El aburrimiento es la falta de imaginación para construir nuevos juegos que transformen la cotidianeidad alienante. El aburrimiento evidencia de forma clara una sociedad que se consume a sí misma, dada su falta de alternativas, en la reproducción de sus viejos valores muertos. Por tanto, y por definición, el aburrimiento será contrarrevolucionario, 68 dixit, ya que es el ejemplo de la incapacidad e impotencia para crear las nuevas situaciones que rompan con el tedio de lo dado.

Hay que elegir, nuestro tiempo no es el de la espera, entre sentarse en el mausoleo de la historia y esperar el final, como el anciano que la sociedad burguesa engulle, o ser el chinito que buscando en sus sueños construye su juventud permanente.

Esto es la autodeterminación, la voluntad de los sujetos por crearse a sí mismos, junto con otros sujetos que también se autoconstruyen. Este es el punto cero del que parte la voluntad de una comunidad de individuos, su permanente autodeterminarse como pueblo de sujetos.

(1) Raoul Vaneigem. "Tratado del saber vivir para uso de las jóvenes generaciones". Ed. Anagrama, Barcelona 1988.

 

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