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Artículo escrito en la sección Iritzia de Gara el 11 de mayo de 1999

Jakue Pascual – Sociólogo

Desmilitarizando Euskal Herria

Desmilitarización no es una palabra, desmilitarización es un hueco que debe ser ocupado por contenidos. Los vascos estamos proyectando una luz en el hueco. Quien como el que escribe se ha socializado en un conflicto que le antecedía cree saber algo de lo que eso significa.

El otro día me encontraba en un debate sobre "Kale Borroka" en la Universidad de Deusto, organizado por un grupo cercano a Gesto por la Paz. Uno de sus miembros cuestionó mi concepción sobre el conflicto vasco (aunque yo añadiría también antifascista) alegando que era demasiado natural. No le contesté, estaba sumido en un piélago de imágenes, imágenes que me precedían, vivas de tantas veces de haberlas oído narrar y de relatarlas yo mismo tras mi paso por el tiempo de los vascos. El debate, repito, era sobre la violencia: imágenes de una amoña saliendo de los escombros con una niña en brazos, hoy ama de alguien que te habla. Una huelga de pre-adolescentes contra los fusilamientos. Una pistola al frente del fascista pelirrojo que te apunta a la jeta. La triste impotencia en el puente sobre el río Ebro... Y barricadas. Siempre una pared ante las narices... Mientras tanto, el joven añadía a su propia reflexión una pregunta -que no tuvo ninguna respuesta por parte de los presentes en el Aula Magna: ¿realmente creéis que si los vascos proclaman el derecho de autodeterminación intervendrán los tanques?

La izquierda abertzale y todos los vascos no podemos permitirnos el lujo de fracasar. Por eso la actitud más coherente es la de desmilitarizar. Hitler comenzó su carrera por la muerte bombardeando Gernika. Quiso usurpar nuestro símbolo -ya lo decía el aitona- universal. El lauburu fractalizado de los mayas y los quechuas, el del tibet, la espiral aborigen, las tres cabezas del símbolo celta, variantes de un solo conocimiento diverso, signos mutantes transversales al tiempo. Babilonia se pretende Dios en todas partes, el poder hurga en tu mente, pervierte tus señas de identidad.

La izquierda abertzale no puede permitirse devaneos sobre problemáticas militaristas, ni tomar postura en favor de uno de los bandos en la guerra de los Balcanes.

Los jóvenes guerreros desempeñan una función, la defensa del territorio, no lo que ponga en peligro la decisión tomada por los distintos estamentos de la tribu, parte de la nación. La clave no es expansiva, es defensiva y esta posibilidad abarca la suficiente diversidad de opciones como para contemplar distintas alternativas que anticipen el momento.

El debate sobre el antimilitarismo recorre diferentes etapas en la historia reciente de los vascos. Desde las negativas, protestas y deserciones al reclutamiento para las guerras coloniales en los restos del imperio español, ya con Sabino Arana, hasta la aparición de los primeros objetores y las asambleas antimilitarista, los grupos contra el despliegue de los euromisiles; embriones de lo que luego será el movimiento anti-OTAN y todo el movimiento de objetores e insumisos y de sostenimiento de los mismos, junto a la conciencia antinuclear íntimamente ligada a lo anterior y generada en el caso concreto de la negación a la central de Lemoiz. ¿Hubiera sido distinta Euskal Herria si un referéndum hubiera dicho que NO a la central de Lemoiz, en vez de entrar en una guerra de desgaste donde los muertos y el pueblo pusieron el precio de la paralización?

Viajamos de prestado sobre la bomba como el famoso barón Munchhausen. Bombas de fósforo nazi. ¡Arde Gernika!. Desde la gran-bomba hasta el tacticismo neutrónico, pasando por la de fragmentación o la de grafito y el cáncer de los hijos de los soldados yankis concebidos después de que sus padres participaran en la Guerra del Golfo.

Un único bloque que defender y al que apoyar: el de todos los pueblos y personas oprimidas. Este <> ser el ejemplo de la democracia vasca desmilitarizada, negar cotidianamente la opresión y convertir nuestro espacio en un lugar de resolución de conflictos y albergue para los refugiados. El Parlamento Vasco si quiere ser soberano deberá defender la premisa de ofertar su espacio de solidaridad, su hospitalidad, al pueblo kurdo, al lacandón, al saharagüi, al aimara y a todo aquél que lo necesite. La soberanía de los vascos se afirma democráticamente en la paz y en su relación autónoma con los otros pueblos. Pero ¡ojo!, que nadie piense que este camino es sencillo, es sinuoso y bordea el abismo. La tentación de asomarse es grande, la intención de empujarnos... MAYOR. Las cordadas deben ser cortas, lo contrario puede provocar el despeñamiento generalizado. Grupos-sujeto, tremendamente conscientes de que en el juego cotidiano se hallan las claves de la buena marcha común a través del tiempo. Necesitamos foros amplios, circulares, con muchas agregaciones de singularidades y utilizar todos los medios de difusión a nuestro alcance para dotar de contenido a una consigna: ¡No a la guerra de los Balcanes ni a ninguna otra, por la desmilitarización de Euskal Herria!. ¡Que vuelvan los presos, que se disuelvan las FOP y todas las expresiones armadas! Nos hemos comprometido a no atacar, a respetar la voluntad de todos aquéllos que conforman nuestro pueblo para poder decidir en cada momento sobre lo que nos atañe como ciudadanos singulares de esta parte del mundo. A cambio, tan sólo, exigimos que no se nos agreda.

El toque de atención que identificamos nace en el hueco, en donde surge el fuego, alrededor del que se cobija Euskal Herria. Cuidado con las tentaciones de alineamiento con la OTAN por parte de ciertos nacionalistas "moderados" (ya hemos visto lo que han hecho los "botijeros"), los vascos dijimos ¡EZ!. Cuidado con la aceptación de un ejército como necesidad, los vascos de menos de 45 años en 1997 ya decían que... ¡tururú!. Y, por supuesto, nada de servicios militares, por muy profesionales que estos sean. Cuidado con los bloques, todavía recuerdo la postura de ciertos grupúsculos de la izquierda abertzale interfiriendo posiciones antimilitaristas en favor de difusos pactos de Varsovia y supuestos ejércitos populares. Finalmente, sus posturas fueron derrotadas y la insumisión los arrolló.

A los nostálgicos conviene recordarles que ahora sólo existe un Imperio y que el genocida -la lista sería interminable- es culpable, da igual desde donde se le mire. Los vascos sabemos que la geoestrategia del capitalismo ha permitido al totalitarismo echar bombas sobre nuestras cabezas y las cabezas de otros pueblos. La mafia dice que no es nada personal, que sólo es un negocio armamentista que, incluso, crea empleo.

Nada que objetar a la autodefensa, los movimientos vascos han sabido dar buena cuenta de que es posible mediante la desobediencia demostrada en múltiples formas.

¡No a los ejércitos! ¡Euskal Herria Territorio Desmilitarizado!.

 

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