Jakue Pascual - Sociólogo
Las utópicas
Nos hallamos en el laboratorio de los mundos posibles, alÃá donde las formas sociales se experimentan a partir de los lÃmites y donde la imaginación se vuelve cooperativa en los no lugares de la memoria histórica.
Homero imagina los jardines de Alkinoos, HesÃodo una raza dorada y Plutarco descubre islas afortunadas. El galimatÃas platónico se expresa en La República ensalzando una casta endogámica.
Rastreamos vestigios utópicos en La Ciudad de Dios de AgustÃn de Hipona, donde los Ãdolos nunca fueron modelo. O entre los herejes tromperris de Durango que instauran -a juicio de inquisidor- la comunidad de mujeres y bienes. La idea del "buen no lugar" rueda con la cabeza de Tomás Moro por la Isla UtopÃa, allá donde el oro no tiene valor alguno. La Ciudad Sol de Campanella cuenta con leyes que son más bálsamo que castigo. En la Nueva Atlántida Bacon usa la analogÃa como método de conocimiento. Y los jesuitas recrean el Reino de Dios en las Reducciones de la selva guaranÃ.
La fascinación por lo salvaje disuelve la frontera. Los colonos de Roanoke rescinden su contrato con el Rey y se esfuman con los aborÃgenes de Croatan. Tras la traición de la revolución inglesa los radicales protestantes refundan en América sus comunidades perdidas. Cuáqueros, ranters y levellers... Arquetipo la Oneida. Las utopÃas huyen de los "beneficios" del Imperio y se transmutan en piratas asestando audaces golpes de mano desde enclaves inexistentes en los mapas. En la Isla de La Tortuga, la Libertaria del Capitán Mission o en la Barataria de Lafitte no se reconocen razas ni naciones y los ArtÃculos rigen su igualitaria democracia marina. Rousseau exilia a Emilio de la ciudad corrupta. Eldorado de Voltaire no es de color amarillo. Y el Abate Morelly engasta la Ilustración y el Code de la Nature en la Isla de Basiliade reivindicando una sociedad racional más justa.
Pero si existen antecesores de la convivencia armónica en comunas éstos son Fourier con su red de falansterios autosuficientes interconectados más allá de los prejuicios que impone la economÃa fragmentada de la distribución por parejas; Owen que funda en Indiana el damero social de New Harmony con 800 seguidores; Étiene Cabet que viaja por Icaria entre revoluciones promoviendo paz, convencimiento y asentamientos en Texas y Misisipi.
En el disco duro quedan clásicos polémicos como el de Una utopÃa moderna de H.G. Wells, Walden Dos de Skinner o EcotopÃa de Callebanch. Las disutopÃas 1984, Un mundo feliz o Los desposeÃdos. Los experimentos colectivistas en zona de guerra de la Makhnovtchina, la División del Norte de Villa, los anarquistas en el frente del Ebro o del foco guerrillero guevarista. Los ensayos de pedagogÃa libre en las Black Mountain o Summerhill. Las comunas Twin Oaks y Translove Energies de la contracultura o las K1 y K2 del movimiento antiimperialista alemán. Las laberÃnticas megaestructuras en movimiento de la New Babylon de Constant. La red de nodos interconectados a modo de confederación de repúblicas en el ciberespacio. Y los miles de ejemplos autogestionarios que desde los enragès han sedimentado en forma de ocupaciones de fábricas, krakers, squatters, centros sociales o gaztetxes la tierra incógnita de la utopÃa. Continuará.